Para Helga

    Últimamente vivir me parece algo extraordinariamente simple. Quizás peco de ingenuo, pero de este modo me siento mucho más libre, en todos los sentidos. Llevo un tiempo (cerca de un año) en un proceso paulatino de desapego. Dentro de tres semanas finalmente comienza la prueba. En primer lugar me voy a ir a Italia para permanecer, como mínimo, un año. No va a ser especialmente difícil ni emocionante, pero es un punto inicial perfecto; tan sólo voy allí a terminar mis estudios. Después, quién sabe, pero me encantaría vivir en varios países. Tantos como me sea necesario para tener elementos de juicio a la hora de decidir donde establecerme finalmente. Según tengo entendido, más tarde o más temprano a uno le entran ganas de establecerse. Lo que me suceda ahora estará en función de mis experiencias a mi paso por cada uno de estos lugares. Lo único cierto es que cuando vuelva a la ciudad en la que vivo actualmente será en calidad de turista, en todo caso. Mi deseo es desvincularme por completo de los lugares, las caras y los sonidos. De los recuerdos, las emociones y los estímulos que me han arropado desde que tengo uso de razón. No pienso en otra cosa. Y no estoy huyendo. No tengo nada de lo que huir.
    El método que sigo para desear esto es (me digo a mí mismo): «Supón que vas a vivir 75 años. Tienes 24, eso es casi un tercio de tu vida. Un tiempo que has pasado viviendo en la misma ciudad, en el mismo país, hablando el mismo idioma, relacionándote con gente de similares hábitos e ideas que tú… estás viviendo en un microcosmos del tamaño de un grano de arena en el mar». Es una sensación desagradable, como si estuviese derrochando el tiempo dando vueltas, describiendo círculos en una habitación. El hecho de despertarme un día tras otro, abrir la ventana y tener la misma panorámica me ha llegado a angustiar profundamente. Me doy perfecta cuenta de que mis motivaciones necesariamente evolucionarán, que hay muchos acontecimientos que pueden hacerme cambiar de parecer. Pero aún no. Ahora quiero ser libre, incluso de un modo un poco egoísta. No quisiera, a la vuelta de 20 o 30 años, lamentarme por lo que no hice. Eso sería un fracaso anunciado.
    Ese es mi sueño. Bien pensado, es extraordinariamente simple. Ningún proyecto concreto, ninguna ambición. Sólo desaparecer de aquí y dejarme llevar. No estoy seguro de que haya motivos para que salga bien. Todo va a ser muy diferente. No necesariamente mejor, pero sí diferente. Eso me basta.

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