Todo irá bien mientras queden calabazas

    Al amanecer, a la hora habitual, se despierta usted frente a una calabaza de proporciones exageradas. Todo en ella es superlativo. «Esta calabaza parece venida del espacio exterior», se dice jocosamente para sus adentros mientras se calza las zapatillas de andar por casa y rodea al vegetal para dirigirse al cuarto de baño. La calabaza es una hortaliza muy común en el mundo occidental, de modo que no le presta demasiada atención pese a su inexplicable presencia y descomunal tamaño. Usted gusta de escuchar a Charles Mingus durante el desayuno, y decide no modificar ese hábito pese a su inesperada visita. «Quizás las calabazas pueden apreciar la música», piensa.
    El Apicius romano, el primer libro de cocina, ya tenia recetas en las que aparecía la calabaza.
    El hecho de que usted viva solo es una gran ventaja en este tipo de situaciones. Imagínese tener que explicar a su pareja la procedencia de una calabaza de dos metros de altura, es absurdo. Como usted es una persona respetuosa y nunca pide demasiadas explicaciones, decide obviar la existencia de la calabaza hasta haber al menos regresado del trabajo, momento en que quizás pensará en darle alguna utilidad.
    Son las 21:36. Aparca el coche en su lúgubre plaza de garage y sube a su apartamento. Entra sin hacer mucho ruido, la calabaza podría estar durmiendo. Pero no, permanece en el mismo lugar en que apareció por la mañana; sigue mirando por la ventana en un estado de alerta felina. Usted no tiene ningún motivo para creer que la calabaza podría ser del interés de algún museo de hortifruticultura, y el hecho de emplearla para cocinar le resulta abominable. Una calabaza tan hermosa no se merece ser cortada en pedacitos. La solución que adopta consiste en no hacer nada y dejar que sea ella quien dirija su destino. Al fin y al cabo, usted no decidió que apareciera en su cuarto por la mañana. Siempre después de lavarse los dientes, se mete usted en la cama con la convicción de haber tomado la decisión correcta.
    A la mañana siguiente la calabaza ya no está; este hecho le resulta de una importancia insignificante comparado con el importante almuerzo de negocios que le espera hoy. Su vida no ha cambiado en absoluto a raíz de este episodio, de modo que no hay ningún motivo para creer que deba contárselo a alguien. A todo el mundo le suceden con frecuencia cosas extraordinarias que no merece la pena contar debido a la necesidad de tener que dar demasiadas explicaciones que no siempre garantizarán la verosimilitud.
    Mientras almuerza con importantes personalidades de la empresa para la que trabaja, sonríe y piensa: «todo irá bien mientras queden calabazas»

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