El año más largo

somos casquería

    Crucé los océanos y las montañas, subí y bajé escaleras, me asomé a ventanas y ventanillas, abrí puertas, portezuelas, trampillas y tapas de registro, diseñé planes meticulosos, medité y di paseos en círculo con la cara circunspecta, tomé trenes, autobuses, taxis y coches de caballos, viajé a la luna en un globo aerostático, tomé drogas y cafeína, compré caramelos y se me derritieron en el bolsillo, confeccioné la lista de la compra, pegué un par de puñetazos en la pared, lloré hasta vaciarme, las cuencas de los ojos ensangrentadas, de nuevo tomé trenes y ultraligeros, subí a un tejado y miré las estrellas, pensé en abandonar pero seguí, cambié de pronto y sin querer, hoy un poco, mañana más, hice copias de llaves, choqué automóviles, atendí llamadas telefónicas y me perfumé, caminé descalzo y con zapatos nuevos, bailé y bailé y bailé, bebí cerveza y vino, de nuevo un avión y un autobús, compré camisetas y cupones de lotería…
    Y por fin te fuiste, sin hacer ruido. Un día. Y ya no recuerdo tu cara, ni tu pelo. Ni las comisuras de tus labios. Lo que jamás olvidare es que crucé los océanos y las montañas, subí y bajé escaleras, me asomé a ventanas y ventanillas, abrí puertas, portezuelas, trampillas y tapas de registro.

Y todas las demás cosas.      

    Somos casquería. Soy casquería. Para siempre.

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