¿Sin palo?

    El otro día mi amigo Iván y yo nos comimos sendos kebabs. Tan solo lo había probado en otra ocasión, pero fue en Hungría hace ya bastante tiempo. Por aquel entonces no le di ninguna importancia; no reflexioné sobre él. Tenía demasiada hambre como para detenerme a observar su composición o deleitarme con su sabor. Recuerdo que era bastante distinto al del otro día. En vez de estar enrollado en forma de cilindro era más bien como una empanadilla gigante, pero sin cerrar. La duda que me queda es, ¿cuántas clases diferentes de kebabs hay? ¿es posible que alguna de ellas se sirva con la carne ensartada en un palo? Si es así, ¿se podría decir que los turcos inventaron los pinchos morunos mucho antes que nosotros?
    Seguro que la gente los come de la forma más natural. Yo no estoy muy acostumbrado a la comida rápida, es por ello que le otorgo una importancia especial al hecho de haberme comido uno. El camarero que me lo sirvió debió advertir que lo examinaba con mucho detenimiento antes de probarlo, así que inició una conversación conmigo:
        – ¿Qué, está bueno?
        – (le doy un mordisco) mmmm… está muy sabroso…
        – Claro, son las especias…
        – ¿Especias? ¿cuántas especias lleva?
        – Treinta y ocho… ¡no!, bueno, en realidad lleva cuarenta
        – ¡Vaya! ahora me explico que tenga tanto sabor
        – Sí… verás, venden unos botes donde vienen muchas especias ya mezcladas…
        – (con la boca llena) ¿Ah, sí?
        – Sí, son unas mezclas especiales para kebabs.
        […]
    Tantas especias en unos jirones de carne tan chiquititos… la física de partículas tiene en los kebabs un interesante desafío para este siglo recién estrenado. Por favor, si alguno de los que leeis esto coméis kebabs con frecuencia, os ruego dejéis algún testimonio de vuestras experiencias.

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