Carta cerrada

    Señor Gru-Gru Pissahut:

    ¿Qué hago ahora? ¿Dónde pongo lo hallado? Si es cierto todo eso que dicen acerca de sentirse vivo y muerto entonces, si han pasado ya meses desde la última vez que uno se ha sentido vivo, ¿acaso debieran declararte oficiosamente muerto? No se lo estoy preguntando en actitud inquisitoria, sino más bien todo lo contrario. Inquerir, inferir, colegir, así es como he mantenido mi mente lúcida después de tanto divagar, después de tanto y a la vez tan poco tiempo. Estas tres acciones en su inmutable orden y concierto dan sentido a mi vida, aunque quizás prefiriera no disponer de estos recursos y dejarme simplemente guiar por, digamos, mis necesidades fisiológicas. La vida no es necesariamente fácil, a pesar de nuestro desmedido interés por la simplificación. No, este no es el camino. Señor Pissahut, Vd. es un hombre respetable y con la vida resuelta, y yo tan solo soy un muchacho aterrado y confuso. Desde lo privilegiado de mi posición le advierto del riesgo inminente del aburguesamiento. No se deje llevar, tiene una pléyade de oportunidades a su alcance. Por favor.

    A lo mejor algún día vengo a esta página y os hablo de amor, de amistad o de filatelia. Pero mira por donde estos asuntos son más triviales de lo que yo mismo soy capaz de imaginar. La cuestión fundamental, esa que ha de ocupar nuestros pensamientos durante gran parte de los días, versa acerca de la integridad moral y la coherencia, al tiempo gran aliada y terrible enemiga de nuestro comportamiento.

    De nuevo tengo que despedirme antes de tiempo. Tengo sueño y he de reponer fuerzas para enfrentarme a un espasmódico domingo de suma y sigue. No sea que un día de estos me de por pensar cosas nuevas y arruine mi flamante monotonía. Esto ya es cuestión de autocrítica.

11 Comentarios