La cebolla asesina se ha dado cuenta de que no tiene pito, aunque esto no es lo que más me preocupa hoy. Llevo cierto tiempo detrás del misterio de la nutella: en el momento que metes el dedo, estás perdido; no hay fuerza en el mundo capaz de alejarte del bote. Pero hay más. Tengo una almohada incomodísima, y ahora cuando miro a los lados me cruje el cuello. También me cruje un poco el hombro derecho, nada importante. Anoche cené pizza de jamón cocido y champiñones, y hace varios días estuve en un concierto de Gianluca Petrella 4tet, buenísimos. Me pica la barba pero me da pereza afeitarme, y el chico que está sentado en el ordenador de mi derecha tiene un empeño obsesivo en entablar una conversación conmigo. Tengo un vecino alemán que está siempre colorao como un pimiento y piensa que los españoles son personas sin civilizar. Lo dice él, que se levanta todas las mañanas a las 7 para ir al aeropuerto a comprar Der Spiegel.
Amigos, la vida se parece a una película de Woody Allen, pero en widescreen. Todas las mañanas tengo que decidir si me pongo las botas o las sandalias, si desayuno café de máquina o leche con cereales. Y por si fuera poco, George Harrison se ha muerto hace ya una semana y hoy debo ir al banco a pagar el alquiler. Tengo prisa, que me cierran.
Cebollas y nutella
(¿vosotros qué desayunáis?)
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