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De la isla al continente.
Vuelvo de una isla en dónde he dejado mi piel antigua junto a unas páginas de » En el camino » un libro de empatía y enfermedad, de un gourmet de la amistad fallido, pero de un personaje épico Neal Cassady, pensé mientras lo leía que seguramente algún psiquiatra tenga ya en su cajón cubierto de telarañas la extraña personalidad de Kerouac, secretamente enamorado de una vida que nunca tuvo y de una persona que nunca llegó a ser, tan solo en su ficción.


La isla este repleta de significados mágicos que pasan por delante de las narices de uno y vuelven a pasar y a pasar y no te das cuenta de lo que significan hasta que, claro está, te das cuenta.
Una vez pasa esto el resto deja de tener significado incluso deja de tener sentido expresar lo que has sentido o lo que has asimilado de manera orgánica y sencilla.
En la isla vivía el abuelo de Europa un venerable hombre de más de 114 años. Distraído curioso y charlatán pese a su edad, comentaba el periódico local.
No tuve el honor de ver a ese hombre sabio, pero si que pase por delante de su casa, es imposible describir ahora los pensamientos que se me pasaron por la cabeza mientras intentaba, esquivando al atardecer como podía, mirar si alguna ventana me ofrecía su silueta de hombre de 114 años, se podría decir que era una especie de doblehombre.
Tengo unas 122 fotografías de la isla, y siempre ocurre lo mismo, cuando las ves pasado el tiempo, no son ni significan nada. A no ser que a cada foto que pase le digas a quién las vea de manera disciplinada y metódica, HAY QUE ESTAR AHÍ. La típica frase estúpida que está en boca de todos los que estando físicamente de vuelta de un viaje, conservan medio cerebro en el lugar visitado. El mío está junto a la maceta del abuelo más viejo de Europa, quiero que repose ahí hasta que lo entierren, y de esta manera poder nutrir mis neuronas con sus despojos.

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