Buena Tarjeta

En pocas ocasiones ocurre que me encariñe yo con algún objeto, menos aún con uno tan vil como una tarjeta de crédito. Pues bien, contra todo pronóstico, ha sucedido.
Acaba de llegarme una carta certificada del banco en la que he recibido una nueva tarjeta que deberá sustituir a la vieja a partir del 1 de octubre. Dentro de nada. Cada dos años se viene repitiendo el ritual desde hace bastante tiempo. Por algún motivo que desconozco, las tarjetas tienen un tiempo de vida de dos años; eso si no has tenido que cambiarla antes por deterioro o extravío. Lo que yo siempre hago es, sin miramientos, romper la vieja en mil pedazos y tirarla a la basura.
Lo que ocurre es que, en esta ocasión, esta tarjeta me ha acompañado durante los que, probablemente, han sido los dos años más divertidos de mi vida hasta ahora (nótese que NO utilizo el término «los mejores años», sino «los más divertidos hasta ahora»). Y como soy poco amigo de llevar dinero suelto encima, puedo decir que esta tarjeta ha vivido pegada a mí. Cada buen recuerdo que me viene, cada situación… la tarjeta estaba conmigo.

buena tarjeta

Es como mis pantalones favoritos, me resisto a tirarlos aunque se caen de puro viejo. La diferencia es que los pantalones no dejan de funcionar a partir del 1 de octubre, la frontera de su vida útil está bastante más difusa, mal que les pese a algunas personas.

9 Comentarios