Trufas con truenos sin melodía

De nuevo se ha abierto la caja de bombones.
En este ruedo se han librado batallas memorables. Se oyen aullidos y sollozos, muchas risas y ruido de párpados cayendo. Nos hemos enamorado de nosotros, hemos herido y vengado, debilidades y triunfos, gustos y revoloteos.
En este teatro nos hemos intercambiado máscaras, imaginamos vidas imposibles, pegamos textos de sabios. Somos lo que no podemos ser. Y sobre todo imaginamos.
Reimaginamos lo real.
Aquí hay un gusto por lo extraordinario. Y una tendencia por derramar fluidos. Nadie se cortó en cagarse, vomitar, escupir, mearse, o llorar por algo. Sólo hace faltar tirar el dado y apretar cualquier evento de la hemeroteca que el santo (por intentar vencer al olvido) pinano.org nos ofrece.
Es un diario impersonal de tres años. Para los que lo vivimos, recordaremos aquellos meses de creatividad como un inicio, un todavía.


Resulta que lenguaje verbal, ese de la sociabilidad al uso lo siento muy débil y limitado. El bis a bis es siempre insuficiente. Ineficaz por excesivo. Hay una descarga poderosa de informaciones (gestos, la voz, el ambiente…) al que le sigue un proceso que falla. Se abandona el buen lenguaje. El que sirve para decir lo importante.
No se piensa lo que se dice porque precisamente se está pensando en lo que no se dice. Lógico. La mayor parte del caudal está ocupado en comprender lo que dicen los 6 sentidos. Por eso el lenguaje creado y las frases hechas nos salvan del apuro de acertar.
Yo prefiero expresarme escribiendo. Me entiendo mejor. Construyo mejor mis dudas, se me resuelven otras al pensar en su sinónimo. Comprendo una pena si la alitero, si hago de ella mala poesía. Y me comunico con vosotros de una manera desconocida. Lúbrica y entrañable.
Entrañable de tanto vernos las entrañas. Por eso celebro el renacimiento de este foro. Felicidades a su creador por esta nueva criatura. Espero que ésta no intente ahogarlo. Felicidades a todos.
Por mi parte quiero ser honesto y avisar a tiempo. Escribo largo. Y desearía escribir breve. No se escribir, o tengo mucho que decir o aprender. Pero el caso es que se me escapan siempre las líneas. Divago como si aún fuera un cachorro que todavía no se ha podido morder la cola.
Pido disculpas anticipadas por el volumen de mis carnes.
Y encima podemos abrir debates y tenemos foto. Qué ilusión. Tengo el ego saltando a la comba. Mira que guapo que está Otto, el súbdito desnudo de la Ciudadela.
Dice que descubrió una cabra en los senderos que llevaban a una playa única. Esa cabra, a la que el llamó «El Dios» rumiaba mirando el horizonte del mar desde una gran piedra a modo de mirador. Otto pensó que El Dios todos los días tenía delante de él ese paisaje increíble. Pronto, mientras lo seguía admirando, comprendió que esa cala era propiedad de El Dios tanto como Otto era propietario de todas las cabras.
Me siento obligado a poner este ideal por el «dolor de la lucidez». Un poco del espíritu de aquellos meses.
Un beso foro. Hola de nuevo.
«-Comprendé, Ronald- dijo Oliveira apretándole una rodilla-.
Vos sos mucho más que tu inteligencia, es sabido. Esta noche, por ejemplo, esto que nos está pasando, aquí, es como uno de esos cuadros de Rembrandt, donde apenas brilla un poco de luz en un rincón, y no es una luz física, no es eso que tranquilamente llamás y situás como lámpara, con sus vatios y sus bujías. Lo absurdo es creer que podemos aprehender la totalidad de lo que nos constituye en este momento o en cualquier momento, e intuirlo como algo coherente, algo aceptable si querés.
Cada vez que entramos en una crisis es el absurdo total, comprendé que la dialéctica sólo puede ordenar los armarios en los momentos de calma. Sabés muy bien que en el punto culminante de una crisis procedemos siempre por impulso, al revés de lo previsible, haciendo la barbaridad más inesperada. Y en ese momento precisamente se podría decir que había como una saturación de realidad, ¿no te parece?
La realidad se precipita, se muestra con toda su fuerza, y justamente entonces nuestra única manera de enfrentarla consiste en renunciar a la dialéctica, es la hora en que le pegamos un tiro a un tipo, que saltamos por la borda, que nos tomamos un tubo de gardenal como Guy, que le soltamos la cadena al perro, piedra libre para cualquier cosa. La razón sólo nos sirve para disecar la realidad en calma, o analizar sus futuras tormentas, nunca para resolver una crisis instantánea. Pero esas crisis son como mostraciones metafísicas, che, un estado que quizá, si no hubiéramos agarrado por la vía de la razón, sería el estado natural y corriente del pitecántropo erecto.»
(Cortázar, 1984).
LIBERTAD, AMOR Y POESÍA.
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