Pope Jean Requiem

Seguro que si el papa no fuera papa y si una estrella del rock y no solo del pop, habría muerto en hace varios conciertos. Creo que es ahora que no se le entiende al cantar un «te deum» cuando más cerca ha estado del canto tribal. Ayer apareció en la tele cabeceando un compás terciario de una base rítmica de campanilleo de anillo papal sobre madera con voz atonal, de flamenco de Nueva Delhi. Me quedé impresionado por la calidad del mensaje, por el dialecto usado y por el salero sacro, que he decidido hacerme apostólico y romano por lo que sobreviva este papado. Con encíclicas como las últimas, nadie puede estar en desacuerdo.
Que dure y no se muera. Por fin un dirigente demente que no lo oculta. Bueno. Espero que no exista un sesgo de selección ante el tema a tratar. ¿Hay alguna mujer o economista leyendo esto?
Música.
Vale. Quiero abrir debate «high fidelity». Espero que se solivianten y arremetan insultos e indignaciones putas y totalmente justificadas.


Estoy completamente de acuerdo con lo que afirman que sólo existen dos tipos de música. La buena y la mala. A partir de éste manifiesto del eclecticismo, que todos compartimos en diferente grado, viene todo seguido.
El oír de todo, como el saber de todo, proporciona los gustos bellos. Llega un momento en que descatalogas las músicas, dejas de oírla intelectualmente. Es un placer, un deleite, una obra de arte, puro sentimiento, placer o asco. Pasa lo que a Pinano con los monumentos. Que los sientes cuando te has convertido en el motivo de que se haya hecho ese monumento, ni antes ni después.
Creo que cualquiera de nosotros con tres cortes de segundos al azar de cualquier canción, una pizca en una cucharita de te, sabemos diferenciar si es estricnina o almíbar de naranja lo que suena. El problema empieza cuando el oído ha sido educado en el valor del silencio. Es ese instante que te agarra de los huevos, que te eriza los pelos de dentro y fuera, y que enciende un área cerebral por lo habitual, adormecida. Guardamos esa esencia de coleccionista y orgullosos se la enseñamos a los amigos entomólogos que halagan sus extrañas patas peludas y su matasellos del rey Filberto de Sajonia. Y no encuentras una forma definitiva de ordenar tus archivos de música. Ya oceánicos gracias al dios mp3, reencarnación electro de Orfeo.
En ese todo en que se convierten tus gustos, que son compartidos, y eso es un agradecer, hay escuchas que se repiten. Y a eso voy. A los discos y grupos que más veces son escuchados. Yo me voy a lanzar. Con dos cojones. En primera página y convencido. Véaseme con un copazo, apoyado en la barra y mandando callar.
1. Los mejores, los más grandes, son los que viven en un mundo propio.
2. Los segundos, los más reconocidos, son los momentos de ruptura, esos cinco primeros minutos del temón que recambió la historia de cierto estilo.
3. Los terceros, los que cuesta reconocer, son los que evoca la memoria a pesar de uno mismo.
Me mojo ahora en los primeros. Y sólo digo tres mundos porque seguro que alguno de ustedes dice un cuarto que reconozco igualmente como enorme y luego lo lamento como crío en los recreos. Estos son los indudables, las debilidades que buscas que te definan. No tengo que pensarlo mucho. Todos los días escucho al menos una canción de ellos. El resto van por rachas.
1. El más grande, en todos los aspectos, es Miles Davis. Dos razones y bastan. Parió un nuevo Jazz lo menos tres veces. Y porque es inconfundible su trompeta imperfecta, con fallas y desmemoria.
2. El más crápula, la sonrisa sardónica con la que debe darse la bienvenida a la medianoche es cruzando las puertas que abre Tom Waits. Este tío tiene las llaves de todos los bares del submundo, de aquellas novelas de héroes de botella y perdedores. Y está aún vivo. Es un mito perfecto.
3. Cada día que pasa me doy cuenta de que The Cure es el único grupo mitológico que ha sobrevivido indemne a dos décadas de cambios. Es la burbuja más dura de todas. Es la isla protegida, indemne y virgen gótica que siempre arrulla. Como entrar todos los días dentro de las vidrieras de la catedral de León.
Espero con la ansiedad que hace rascarte la pija sus debilidades. Venga, voten, Boten.
Claro, que si el papa como demente y estrella pop decidiera morirse, debería escoger ante todos, la recepción oficial que dará en breve a Michael Jackson. En tal sonada ocasión, cuando Jackson besa la mano de su santidad, el papa muere sobre su guante de purpurina. El mundo entero contemplará como Michael Jackson da golpecitos en los mofletes infalibles de su santidad, dando cortos alaridos arcangélicos, que no reciben respuesta alguna más que un hilillo espiritual de su boca última.
Ese será el momento definitivo del cambio generacional. Esa será la fumata blanca. Avemus Papa. Michael Jackson será convertido y ungido como reencarnación de San Pedro, proceso para el que ha estado preparándose desde la primera vez que durmió con un niño de doce años. Vestirá la sotana blanca adoptando una invisibilidad que le hará estar en todas partes y ninguna. Todas las nuevas ovejas bailarán moonwalker al rosario y Castro vestirá ligueros rojos en los fusilamientos celebrados en su honor. El nuevo papa, rebautizado como Papa Jean, it’s not my lover III, la nueva superestrella pop, verá cumplidos sus deseos al poder por fin firmar un contrato con Sony, nuestro dios, por cuarenta años con una banda funky que hará las delicias de los aquí presentes.
No digan que nadie avisó.
Sólo que fue otro surrealista.

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