Exit music (for a film) (I)

Respira, tres segundos después habremos abierto los párpados, con la desidia del día introduciéndose como un camaleón en nuestros versos de niños tristes, tan sólo tres segundos más tarde sonarán los primeros acordes de lluvia en el transistor de nuestra vigilia, más tarde, ya digo, habremos desnudado los cuerpos con las pupilas antorchas y habremos sonreído tanto que el mismo estribillo nos sonará recién compuesto, tan sólo para ti y para mí, lejos, tan lejos ya del centro de la gravedad que nos repulsa y nos impulsa hacía unas vidas que no son necesarias para vivir.


Existen dos vidas en cada vida, la que vivimos y la que debieramos vivir.
Debieramos enfermar de esa vida nuestra, que es tan imposible como lo son los relojes que congelan los instantes, como imposible la memoria en un vaso de arena, como imposible alejarse del todo tras un abrazo empapado en lágrimas de gratitud y de amor.
He aprendido cosas que ni en libros nunca logré atisbar, he aprendido a andar como una geísha del brazo de tu brazo. A pasitos cortos, la ciudad se ilumina de tranvías fluorescentes, de cabinas incendiadas, de pensamientos y sonrisas, de silencio, maldita sea, a pasitos cortos, la ciudad parece disuadir cualquier golpe de bocina.
He aprendido a mirar, cada hebra, cada poro, cada sonrisita tonta que te salía cuando con mis dedos jugaba a ser el primero en vernos fracasar.
He aprendido, sobre todo, a entender el universo y sus fórmulas, alejado siempre del misticismo, he entendido los ciclos y ahora es tan fácil, sentarse con la mirada abierta a la vida, fumar con los dedos en la cara, cuidarme muy mucho de volver a ser normal.
Nos ha llegado un milagro, un acto de esos que no puedes dejar de recordar, una gotita de lluvia que cae en la nariz y se desliza como un sutil privilegio por todo el cuerpo, recorriéndolo con precisión, parándose allá donde empieza a dar miedo mirar.
Respira, tres segundos después habrá que congelarlo todo otra vez, habrá que apretar fuerte los dientes, imaginar que esta guadaña de vida tiene un hueco, una fisura, una isla color azafrán, imaginar que nos quedamos aquí, sin que nos importe un minuto de ese mundo del que todos parecen querer pertenecer, tan sólo quedémonos aquí, unidos, mientras nos buscan en las avenidas, en los tiempos que corren tan deprisa que parecen recién nacidos.
Mientras nos lloran plañideras y vagabundos, ungidos con sus mediocres pócimas para no tener miedo del miedo que les da tener tanto miedo.
Entremos ahora en ese libro, dentro también ahora de esa melodía, dentro de las cosas bonitas, dame tu mano, vamos a hundirnos como nunca antes se hundieron princesas, ni delfines, ni mares dentro de oceanos, vamos a hundirnos entre las sábanas de poesía y vida.
Gracias, por todo, ahora entiendo verbos que el ayer conjuga mal.

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